miércoles, febrero 28, 2007

Gesto

Juntar el pelo en un remolino y llevarlo desde la nuca hasta dejarlo todo bajo el lado derecho, el de la mejilla aplastada, el ojo hinchado y los surcos de la almohada en la sien. Todas las noches.

martes, febrero 27, 2007

Posdata

Me olvidaba que hace unos días vi a un tipo cruzar la rambla con una cerveza helada (es como lo del vaso medio lleno, siempre hay que imaginar la Pilsen bien fría), y pensé, babeándome, que eso era lo máximo.

Top, top of mind.

Reencuentro

Dos años después de mis últimas vacaciones:

Todavía queda gente disfrazada de Bob Marley que se hace las rastas embadurnándose la cabeza con cera de vela.

Mujeres que se sacan el short tan lentamente como si descubrieran un monumento.

Bicicletas de la década de 1960 más fieles y veloces que las de $ 1.500 (y bicicleteros que llevan tantos años como ellas en el balneario).

Muestras artísticas tipo work in progress que se anuncian a la hora de la siesta y vía megáfono como oportunidades fascinantes de ver a tres elefantes caminando en dos patas.

Caos. Heladerías que venden helado artesanal a $20 y heladeros en la playa que venden su mercadería tres veces más cara que en el super.

Chicharras.

Y last but not least: duchas comunitarias como las que había en la playa Pocitos antes de las canchas de vóley y otros insufribles experimentos deportivos. Viva OSE.

Om

1. Algunas personas han sugerido que mi ocasional dolor de cabeza se debe a que soy un ser evolucionado: que mi conciencia se está expandiendo -aunque siento que lo único que duele, late y crece es el cráneo-; que soy un exponente de las nuevas energías -opuestas a las antiguas, qué más-; que soy parte del cambio universal por el que atraviesa, aún sin hacerse cargo, la humanidad.

Según dice C, lo único que se ha comprobado de las personas evolucionadas es que no tienen colmillos.

2. Acabo de volver de mi primer viaje a un destino de turismo espiritual, donde la misma señora que me enseñó las técnicas (llaves de ascensión)

ahogó un grito en la almohada y golpeó el colchón para describir cómo se sacan la furia los maestros (todos vestidos de negro);

me hizo el cuento de un angelito que quería jugar con otros angelitos a que le partieran el corazón y le hicieran sufrir mucho (sonriendo todo el tiempo);

roncó durante la meditación (aunque juró no haberse dormido en ningún momento);

y todo sin ponerme un dedo encima (lo cual me decepcionó, porque esperé que no sólo intentaran masajearme el alma).

3. Antes muerta que sencilla.